Si con el paso de los años sientes que dormir bien se vuelve cada vez más difícil y los episodios de insomnio se repiten con frecuencia, no estás solo. Especialistas en salud del sueño explican por qué ocurre esto y qué factores pueden estar afectando tu descanso.
En una entrevista con CBS News, la Dra. Shelby Harris, psicóloga clínica especializada en medicina del sueño, señaló que “a medida que nos acercamos a los 60 o 70 años, tenemos más problemas con la profundidad del sueño, por lo que el sueño es más ligero en general”.
Por su parte, la organización Sleep Foundation, dedicada a la investigación y educación sobre salud del sueño, estima que entre el 40% y el 70% de las personas mayores de 65 años experimenta algún tipo de trastorno del sueño.
Pero no todo se debe al envejecimiento en sí. También entran en juego factores físicos y hormonales. En las mujeres, los sofocos y los cambios hormonales asociados a la postmenopausia pueden afectar seriamente la calidad del sueño. A esto se suma la nicturia —el aumento de las ganas de orinar durante la noche—, un síntoma frecuente tanto en hombres como en mujeres mayores.
¿Qué factores influyen en el sueño con los años?
El descanso nocturno puede verse afectado por una combinación de causas:
Ritmo circadiano alterado: con la edad, el “reloj interno” del cuerpo puede adelantarse, haciendo que nos dé sueño más temprano y también despertemos antes.
Enfermedades crónicas: diabetes, enfermedades cardíacas, problemas respiratorios o neurológicos pueden alterar el sueño de forma importante.
Medicamentos: muchos tratamientos generan insomnio como efecto secundario o aumentan la somnolencia diurna.
Apnea del sueño: este trastorno, que provoca pausas en la respiración mientras dormimos, se vuelve más común con la edad y afecta seriamente la calidad del descanso.
Estrategias para dormir mejor después de los 60
La buena noticia es que existen formas concretas de mejorar el sueño, incluso si los cambios hormonales o físicos hacen que ya no sea como antes. La Dra. Harris sugiere una combinación de cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, intervenciones clínicas.
Algunos consejos útiles:
Mantener horarios regulares: acostarse y levantarse a la misma hora todos los días ayuda a estabilizar el sueño.
Crear un entorno cómodo: un dormitorio oscuro, silencioso y con buena ventilación puede marcar la diferencia.
Evitar estimulantes en la noche: café, alcohol y nicotina pueden interferir con el descanso.
Hacer ejercicio moderado: mantenerse activo durante el día contribuye a dormir mejor por la noche.
Reducir líquidos en la noche: esto puede minimizar las visitas al baño y favorecer un sueño continuo.
Practicar técnicas de relajación: meditación, respiración profunda o yoga ayudan a calmar la mente y el cuerpo antes de dormir.
Además, señaló la doctora, dedicar unos minutos al día para calmar la mente puede ser más efectivo de lo que parece: “Meditar cinco minutos puede ser suficiente para empezar a dormir mejor”.
¿Y si nada de eso funciona?